Como base para nuestro tema debemos tomar en cuenta los dos temas anteriores "Recordando y Aprendiendo para vivirlo a Él, y Vivirlo a Él” para ¡Dejar de ser!
1.- Recordando y Aprendiendo para vivirlo a Él
2.- Vivirlo a Él…
Dejar: es “Abandonar, no continuar lo empezado” y Ser: es “esencia y naturaleza”, es “vida, existencia”, es “cualquier cosa creada, especialmente si está dotada de vida, pero el “ser” al que nos referimos según la enciclopedia de Wikipedia es, ante todo, lo que se expresa mediante el modo infinitivo de un verbo. Ejemplo: “yo soy médico, ingeniero” “yo soy el pastor, o el apóstol, etc.” Ser, es el verbo que designa aquello que hace que todas las cosas sean, y sean lo que son, pero él mismo, por ser infinito y no tener límites es un horizonte pero no es ningún ente, no es alguna cosa.
Por lo que entendemos entonces que… Dejar de ser, es… “No ser más”… ¡Es morir, es dejar de vivir! Pero con esto no me refiero a la muerte del cuerpo, sino morir al “yo soy esto o aquello”, morir al EGO que en definitiva, es el que se duele.
I.- Dejar de ser, es… “Caer y Morir”
Como fue dicho por el Señor Jesús en su tiempo de él mismo, y que es aplicable hoy a nosotros… “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” (Juan: 12:24-25).
Ejemplo: en (Hech: 9:1-16) el apóstol Pablo después de haber recibido del Señor la revelación del propósito establecido por Dios para bendición del hombre, y de haber entendido quien era Su señor, y quien fue el que le llamó a servirle cuando iba camino a Damasco; siendo él, Saulo de Tarso uno de los principales en su tiempo no solo por la posición económica, ni por la clase social que tenía, ni por los estudios que había recibido a los pies de Gamaliel, ni por ser un hombre docto en el conocimiento de las escrituras y la Ley de Moisés, cosas éstas que le daban razones suficientes para gloriarse, como bien lo dijo él mismo:
“Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe…” (Fil: 3:4-9).
Con todo y esto a “Su favor” el Señor le permitió entender que fue escogido por Dios, para “Dejar de ser” por lo cual dijo al ser alumbrado su entendimiento: "Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí" (Gál: 2: 20).
¿Por qué decimos que dejar de ser es, no ser más, uno?
Nos refiriéndonos a no ser más nosotros siendo guiados por pensamientos, sentimientos y voluntad naturales, que nos han llevado a vivir experiencias que en muchas ocasiones han sido desagradables, por causa de la ignorancia que hemos tenido o la falta de luz, respecto de nuestra verdadera identidad… Dejar de ser, es no vivir más humanamente, sino conforme a lo que somos en verdad… ¡Espíritu!
II.- Dejar de ser, o no ser más, uno...
Lo decimos así, porque no somos lo que vemos, sino lo que no vemos… pues lo que vemos es temporal y lo que no vemos es eterno (2Cor: 4:18). Nuestra verdadera identidad conforme al plan perfecto del Dios es que somos el nuevo hombre “CRISTO”, creados según Él en justicia y santidad de la verdad (Efe: 4:24).
Dejar de ser, o no ser más uno, es algo que podemos conceptualmente entender, pero que en la práctica, cuando estamos pasando cualquier experiencia, ej: “la pérdida de un ser querido, la quiebra económica, una separación en el hogar, un dolor intenso, una infidelidad, etc.” la práctica de ese concepto que decimos que entendimos se torna muchas veces difícil de vivir.
Cuando el apóstol Pablo escribió en su tiempo… “Haced morir, pues, todo lo terrenal en vosotros”, fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; dejad también la ira, el enojo, la malicia, la blasfemia, palabras deshonestas y la mentira… (Col: 3: 5-9a), lo dijo para que lo que se viera en cada uno de nosotros no fuera lo natural o humano, sino el Dios que es, y vive a través nuestro, sin acepción de personas, sin diferencias de ninguna clase, porque en Dios no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, hombre ni mujer, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos (Gál: 3: 28) (Col: 3: 11).
¿Cómo puedo dejar de ser, o no ser más…?
Lo esencial, lo primordial y lo único que nos llevará a que la verdad de Dios ya no sea más un concepto, sino una vivencia, es que renovemos nuestra manera de pensar para que comprobemos por nosotros mismos que su buena voluntad es agradable y es perfecta (Rom: 12:2). Es que le creamos a Él; porque al que cree, todo le es posible (Mar: 9:23), que recordemos en todo momento que no somos el vaso de barro, sino el tesoro; que no somos lo que vemos, sino lo que no vemos; que no somos lo temporal, sino lo eterno; pues no somos cuerpo, sino Espíritu (2Cor: 4:18).
El Dr. Jóe Dizpenza médico, científico y quiropráctico que dirige una concurrida clínica integral de salud y educador en el campo de la neurociencia, la función cerebral, la biología y la química del cerebro, en su libro “Deja de ser tú” dice que, “El hábito clave que puedes suprimir es el de ser tú.”
Se conoce como un hábito, al comportamiento repetido regularmente de una persona… y dejar de ser nosotros, para que el que se vea actuando en todo momento a través nuestro sea Dios mismo, es el mejor hábito que podemos tener, y el más sano… “Nos llevará a la muerte” del ego.
Esto nos puede parecer algo inusual, pero como dice el Dr. Dispenza, seamos lo bastante valientes como para contemplar nuestra vida, haciendo algo «inaudito» y repetirlo una y otra vez. De este modo llegaremos a alcanzar un mayor poder personal.
La repetición refuerza los circuitos de tu cerebro y crea más conexiones neurales para que en tus peores momentos del día no renuncies a tu grandeza… “Porque no tenemos de Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2Tim: 1:7).
Tenemos a nuestro alcance todo cuanto necesitamos para hacer un cambio importante en nuestra vida (2Ped: 1: 3). Estamos viviendo un momento en el que además de querer «saber» muchas cosas, queremos también «saber cómo» hacerlas. Y sucede lo mismo cuando de hacer el cambio en nosotros se trata; queremos «saber cómo» morir a muchas de las creencias que hemos aprendido, dejar de ser uno, para que sea Dios el que se manifieste, no ser más nosotros obrando sino Él (Col: 3: 4).
Dejar lo viejo y acoger lo nuevo parece fácil, pero la mayor parte de lo que hemos aprendido y experimentado se ha incorporado a nuestro «yo» biológico y ya se ha convertido en nuestra segunda piel, dice el Dr. Dispenza, pero – como dijo el Señor a Moisés: “¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no (Núm: 11: 23) o Jesús a los discípulos: “Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios” (Mar: 10:27) y como le dijo en cierta ocasión el Señor
Meditemos:
El verdadero empoderamiento llega cuando empezamos a analizar a fondo nuestras creencias. Tal vez descubramos que sus raíces se hunden en condicionamientos religiosos, culturales, sociales, educativos, familiares, mediáticos e incluso genéticos (los últimos están causados por experiencias sensoriales de nuestra vida actual y por las de las incalculables generaciones que nos precedieron).
Asimilar conocimientos (saber) y adquirir luego la experiencia práctica aplicando lo aprendido hasta que la habilidad se convierta en tu segunda naturaleza (saber cómo) es seguramente el proceso que seguiste para adquirir la mayoría de facultades que ahora forman parte de ti (el conocimiento). Del mismo modo, aprender a cambiar tu vida conlleva unos conocimientos y la aplicación de esos conocimientos.
“Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Stgo: 1:23-25). Los sólidos conocimientos que hás adquirido te permitirán experimentar por ti mismo que lo que has aprendido es «verdad».
1. El hábito clave que puedes suprimir es el de ser tú…
2. Ve más allá del entorno… No dejes que el mundo exterior controle lo que piensas y sientes, porque se crearán en el cerebro unos circuitos que te harán pensar «como» todo lo que conoces. Por eso creas más de lo mismo, la arquitectura neurológica de tu cerebro refleja los problemas, las condiciones personales y las circunstancias de tu vida. Así que para cambiar debes ir más allá de lo físico de tu vida.
3. Ve más allá del cuerpo… Nos dejándonos llevar sin darnos cuenta por una serie de conductas, pensamientos y reacciones emocionales memorizadas que funcionan como programas informáticos instalados en el subconsciente. Por esta razón los «pensamientos positivos» no bastan, ya que la mayor parte de quien somos reside a nivel subconsciente como negatividad en el cuerpo.
4. Ve más allá del tiempo… Vivimos anticipando situaciones futuras o rememorando repetidamente recuerdos (o ambas cosas) hasta que el cuerpo empieza a creer que vivimos en el pasado en vez de en el presente. Las investigaciones más recientes respaldan la idea de que tenemos una capacidad natural para cambiar el cerebro y el cuerpo con los pensamientos, o sea, que biológicamente el cuerpo cree que ya ha ocurrido alguna situación futura.
Cómo podemos hacer que un pensamiento sea más real que ninguna otra cosa, podemos cambiar quien somos, desde las neuronas hasta los genes, si adquirimos los conocimientos necesarios. Cuando aprendes a usar tu atención y a vivir en el presente, cruzas la puerta que lleva al campo cuántico, donde existen todas las posibilidades. “Todo, todo, todo lo podemos en Cristo” (Fil: 4:13).
III.- Nuestro vestido es Cristo…
Vistámonos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable (Gracia), de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportémonos unos a otros, y perdonémonos unos a otros de la misma manera como Cristo perdonó, así también hagámoslo nosotros. Y sobre todas estas cosas vistámonos de amor, que es el vínculo perfecto. Y que la paz de Dios gobierne en nuestro corazón, a la que asimismo fuimos llamados en un solo cuerpo (como cabeza); y seamos agradecidos (Col: 3:5-15).
IV.- En conclusión:
Para dejar de ser… “Nuestro sentir debe ser el mismo de Cristo…”
Y no por obligación, ni por mandamiento, ni por compromiso y mucho menos por temor; sino por AMOR, pues Dios es amor (1Jn: 4:16b), y nosotros somos su esencia y su vida en este mundo.
Como fue escrito: si en algo valoramos lo que somos, Pablo dijo: si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
Nada hagamos por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Haya, pues, en nosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, (Dejó de ser) tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil: 2: 1-8).
Para dejar de ser, debemos recordar en todo momento ese "Sentir" ¡EL MISMO SENTIR! que hubo en Cristo Jesús… pues nosotros somos su esencia y su vida en este mundo.
a) Despojarnos a nosotros mismos de (egos, apegos, clases sociales, títulos, vicios, religiones, etc.).
b) Tomar forma de siervo, para "Servir" (levantar, ayudar, animar, apoyar y poner en alto).
c) "Humillarnos" hasta lo sumo (al máximo).
d) "Obedecer" hasta la muerte… Es vivir en conciencia, haciendo todas las cosas en amor, porque el obedecer trae carga, pero la conciencia es vida, es la misma presencia de Dios obrando, es haciendo Él en nosotros y a través nuestro lo que a Él le es agradable (Heb: 13:21b).
Todo lo que hagamos, que sea de corazón, en el Señor y no para los hombres; sabiendo que en el Señor tenemos recompensa (Gál: 6:7), porque en Cristo el Señor servimos (Col: 3:23-24).
No sirvamos al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos en Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, en el Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor (Efe: 6:6-7).
Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagamos callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrando a todos, amando a los hermanos y temiendo a Dios (1Ped: 2:15-17).
Somos Su gloria, Su bendición, Su reflejo, Su esencia y Su vida manifestándose en todo momento.